Para
perdonar, no se trata de hacer borrón y cuenta nueva y ya, sino de arrancar la
hoja y romperla a pedazos. Verla destruida es lo único que puede traernos
alivio. Decir “ya paso”, es más reconfortable que decir “ya lo olvide”. Es
cierto que jamás se olvida del todo. Y el olvido sin perdón, jamás es olvido,
sino más bien una mentira que decimos espontáneamente porque sí. Pero tampoco
sirve de nada llenar la mente con tristes o malos recuerdos, que lo único que
hacen es amargarnos más la vida. Admito que yo aún hoy, sigo intentando olvidar
las imágenes más dolorosas de mi existencia. Esas de las que uno se lamenta día
a día y se pregunta ¿Por qué tuve que haber visto algo que no me convenía? Fue
mi decisión y probablemente me persiga toda la vida. Pero me gusta pensar,
aunque sea a veces, que con escribir esos pensamientos en un papel y prenderlo
fuego, para gozar de ese momento en que arde lentamente, me alivia mi ser. Irónicamente
debería decir que ni con una fogata enorme llegaría a quemar toda la angustia
condensada que llevo en el alma. Y lo peor de todo es querer salir adelante,
cueste lo que cueste, pero esas cosas no te dejan avanzar tan fácilmente. Pero
si jamás las haces a un lado de tu vida, interferirán constantemente, y cada
vez que estés desprevenida y pienses que todo está bien y todo está marchando bien,
te volverán a arruinar el día. Lo sé porque me pasa usualmente, y hasta que no
se entierra definitivamente el pasado, que no está para nada pisado, las
cicatrices jamás cicatrizan, y el olvido jamás será olvidado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario